domingo, 20 de septiembre de 2009

" Mis alas blancas "



Era el mes de Mayo, ese mes en que parece que el cielo brilla más y la tierra estrenando primavera, nos ofrece embriagadora el primer perfume de sus flores, el azahar y los jazmines, trasmitían sus fragancias por el aire, compitiendo en belleza y lozanía, con las rosas y los nardos.

Por ello creo, que la iglesia lo habrá elegido... para ese mes de la virgen María. Este mes tan hermoso me ha hecho recordar muchas cosas, entre ellas mi niñez. Porque fue en aquella época de tantas penurias, de la posguerra española, en que todo estaba racionado y no había de nada, ni comidas, ni jabon, ni telas, ni hilos, en fin nada de nada.

En aquellos tiempos yo era una niña rubia y flacucha, pero... ¡ Ay, Dios mío de una gran imaginación ! En mi colegio, las monjitas habían hecho un altar a la virgen María, con macetas de pilistras muy grandes... me parece estár viéndolas ahora ¡ Estaba todo tan bonito ! adornada con tantas flores, que el día anterior le habíamos llevado las niñas... y la virgen se veía tan hermosa, con túnica blanca y su manto celeste.

Esos días eran para todas nosotras de un gran acontecimiento, porque por las tardes ibamos a cantarle a la virgen , aquello de ... ¡ Venir y vamos todos / con flores a María / con flores a porfía / que madre nuestra es ! llevándole la ofrenda de las nuevas flores frescas, poniendolas a los pie de la virgen en el altar. Después me tocaba a mi hacer de ángel , y decirle a la virgen un poema, que las monjitas me habían enseñado, con especial interés por ser el mes de la flores, dedicado a la Virgen Santisima .

¡ Cómo recuerdo aquellos días ! Eran días de un gran gozo espiritual muy profundo, pero... siempre hay un pero ( que con mi gran inocencia ) traía a mi pobre madre frita, porque yo quería unas alas , si, si... unas alas, para mi papel de angelito. Porque la verdad, me sentía tan dentro de el, que no concebía ser un ángel sin alas, esto no le parecía muy correcto a mi infantil entender, sin comprender... que por insignificante que sean a veces, son imposibles ciertas cosas.

Sor Encarnación me había dicho, que todas las personas tenemos un ángel de la guarda, que nos protege y nos cuida, a quién debemos pedir ayuda en los momentos dificiles de la vida; y a quién debiamos rezar todas las noches, antes de ir a dormir.

Esto me hizo sentir por los angeles una gran devoción, y al mío yo le hablaba en voz alta, cómo si fuera un amigo, recuerdo que le pregunté a mi madre, si se le podía pedir prestadas sus alas a un ángel, porque yo... si, si, quería pedirselas al mío, y prometía con toda innuidad que se las cuidaría muy bien, los ojos de mi madre se nublaron de lágrimas, y me dijo que se lo pidiera, a ver , a ver... que podría hacer él.

Aquella noche a mi ángel debí volverlo loco, porque vaya tabarra que le dí al pobrecito...con las dichosas alitas, a lo mejor ya desesperado, se las quitó y me concedio ese deseo.

Porque a la mañana siguiente al despertarme, me dijeron que había una sorpresa para mí, un ángel había venido mientras dormía, para prestarme sus preciosas alitas. Me llevaron al comedor... y ¡ Oh , no podía creer lo que estaba viendo, unas alas ! Unas alas relucientes estaban sobre la mesa. Creo que fue lo más maravilloso, y lo que con mayor ilusión he recibido en toda mi niñez; incluso más que los reyes magos.

Cuanta alegría me proporcionó aquellas alitas plateadas, que aún olían a purpurina, tambien llevaban pegadas unas plumitas blancas muy suaves, iguales a las que tenía mamá en el cojín de la mecedora, lo recuerdo muy bien, porque un día al quitarle la abuela la funda para lavarla, salieron volando algunas, y la abuela me dijo que eran de cisne; las adornaban también unos volantitos fruncidos de tul blanco, alrededor de las alas... muy bonitos e iguales a los que tenía mi hermano pequeño, en el mosquitero de su cuna y que en realidad no sé porqué... me pareció encontrarlo ese día, un poco más corto que antes; tambien llevaba unos adornitos de perlitas blancas, que se parecían mucho a las que mi madrina tenía en su collar, y que desde entonces, no se lo volví a ver puesto mas.

Aquellas alas tan preciosas y deseadas, fueron en la candidez de mis pocos años, mi mayor ilusión, me dijeron que me las había prestado un ángel, y que por ello tenía que cuidar de ellas... hasta que él volviera. Con el pecho rebosante de alegría, acariciaba aquellas alitas tan blancas y preciosas, temiendo estropearlas.

Así que cuidando de mis alas blancas como de oro en paño, aquella tarde canté aquel Venir y vamos todos / con flores a María /más contenta y más alegre que nunca, ni nunca con más devoción, he podido llevarle unas flores a la virgen, ni con más emoción recitar un poema, porque yo iba, si, si... yo iba ¡ Con mis alas prestadas por un ángel !


CANELA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario